Este disfraz está pensado de tal manera que debajo se puede llevar la ropa que queramos.
Jugar a disfrazarse alimenta la capacidad creadora, el ingenio, la imaginación y la proyección. Se entra en contacto con el mágico mundo de las emociones. Activa la fantasía, la ilusión, el entusiasmo y la satisfacción. Potencia el ingenio, la expresión y la cooperación. Reconoce sus gustos y sus preferencias. Adopta roles reales (padre, madre, chofer, maestra, …) y roles imaginarios (príncipes y princesas, caballeros, guerreros de las galaxias, …).
En definitiva, disfrazarse permite ser lo que se quiera ser.
Recomendado a partir de los 18 meses, pero sujeta a las medidas de cada niño o niña.