Como ya se deduce de su título, Los esqueletos divertidos es un juego de humor terrorífico. Su calidad viene avalada por el prestigio indiscutible de este matrimonio de autores ingleses que han producido títulos ya clásicos de la literatura infantil, como El cartero joliu y tantos otros. También lo avala su buena acogida aquí luego que fue traducido al castellano al 1984 dentro de la famosa colección de Altea Benjamín. Ahora aparece en un formato más grande y adecuado para poderlo apreciar y lo hace por primera vez en catalán.
La historia es sencilla: explica que tres esqueletos, uno de grande, uno de pequeño y uno de perro, salen por la noche con la intención de asustar alguien, pero acaban teniendo que asustarse ellos mismos antes de volver a casa y cerrar una noche llena de trapelleries. La composición de las páginas es toda una lección de buen hacer; el color aúna el blanco de fondo y esqueletos, los colores brillantes de los objetos y el marco de las ilustraciones y unos fondos parcialmente negros que nos mantienen arraigados a la nocturnidad de la historia. El texto se divide entre la voz del narrador, de letras blancas sobre el negro, y las bafarades coloreadas de cómico en que los protagonistas repiten -y sintetizan- el que nos explica el narrador, cosa que supone un gran recurso para ayudar la lectura del pequeños.
Es uno de los mejores libros para situarse en los imaginarios del miedo desde la distancia del humor. Un humor de perspectiva infantil -“Y ahora qué podríamos hacer?”-, y que permite ,tanto sentirse superior a los torpes esqueletos que, por ejemplo, afanan en reconstruir el esqueleto del perro, como mantener siempre la conexión empática. Un triunfo rotundo de los álbumes para niños.